El paso de Maradona por este mundo es mucho más significativo de lo que él pudo comprender jamás en vida.
En 1986, algunas semanas después de hacerse leyenda en México, Diego Maradona le salvó la vida a Paolo Sorrentino. El cineasta, uno de los más reconocidos de Europa hoy, tenía 15 años cuando su fanatismo por Napoli y por el número diez lo llevaron a rogarles a sus padres para poder viajar y presenciar un partido de visitante del equipo, en Empoli. Por primera vez en su vida, recibió el permiso y hasta la Toscana viajó. A su regreso conoció la tragedia: sus madre y su padre habían muerto por una fuga de gas que también lo habría matado de haber estado en la misma casa de vacaciones de Roccaraso que ellos. Décadas más tarde, Sorrentino le dedicó el Óscar a su héroe.
El paso de Maradona por este mundo es mucho más significativo de lo que él pudo comprender jamás en vida. Y eso que su percepción era cristalina y abarcadora, aunque por supuesto insuficiente. Su pie llegó a cada rincón del planeta, que hace un año lo despidió como a ningún otro hombre. Millones de vidas fueron atravesadas por su presencia. Resulta imposible imaginar cuántos Sorrentinos hay, como también es imposible describir cuál será la magnitud de su efigie en el futuro.
Un año después de su fallecimiento, los que quedamos en la tierra somos aún sus contemporáneos y, como tales, buscamos devolverlo a la vida ante cada hecho del que él podría haber formado parte, como protagonista o como observador. Es un acto reflejo universal. Durante estos doce meses se reiteró en mesas de bar, reuniones de amigos, canchas de fútbol, redes sociales y foros varios la pregunta «¿qué habría dicho o hecho el Diego?» con todas sus variantes; o la exclamación «si estuviera el Diego…»

A continuación de cada enunciado, tantas respuestas como interlocutores haya. El fútbol se siguió jugando después del 25 de noviembre pasado y se seguirá jugando después de este. Hubo nuevos campeones, viejos ganadores, jugadores en alza y futbolista en declive. Todo pasó sin la mirada más buscada, sin la palabra esperada. O quizás sí estuvo, porque en ese imaginario colectivo, Maradona habló sobre todo, como siempre.