Texas ha dado marcha atrás en uno de los proyectos más simbólicos de la administración del gobernador republicano Greg Abbott: la construcción del muro fronterizo con México. Cuatro años después de su anuncio, el estado ha frenado el financiamiento destinado a esta obra, tras construir apenas un 8% del total proyectado.
Desde su lanzamiento en 2021 como una respuesta estatal a lo que Abbott calificó como una “crisis migratoria”, el muro fue promocionado como una alternativa ante la falta de acción del gobierno federal. Sin embargo, de los más de mil millones de dólares destinados —provenientes de fondos públicos y donaciones privadas—, el avance ha sido mínimo: poco más de 18 kilómetros de barrera física construida.
La decisión de Texas marca un cambio de estrategia. En lugar de continuar con la edificación del muro, los recursos están siendo redirigidos a otras acciones en la frontera, como el despliegue de tropas de la Guardia Nacional, la instalación de barreras flotantes en el río Bravo, y operativos para detener a migrantes.
Mientras que organizaciones defensoras de derechos humanos celebran la cancelación como una oportunidad para repensar el enfoque hacia la migración, sectores conservadores insisten en que el muro sigue siendo una herramienta necesaria para la seguridad del estado.
El giro en la política fronteriza de Texas llega en un año electoral clave en Estados Unidos, donde el tema migratorio se ha posicionado como uno de los ejes del debate nacional.