El fentanilo, un opioide sintético, es conocido como un «asesino silencioso» debido a su extrema peligrosidad. Con solo 2 miligramos, una dosis equivalente al tamaño de un poco más de dos granos de sal, puede ser letal. Su alta potencia y bajo costo lo han convertido en una droga extremadamente rentable para los cárteles de la droga, lo que ha hecho que su tráfico se convierta en una de las principales amenazas para la salud pública en diversas regiones.
Actualmente, dos de los grupos criminales más poderosos en México, el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, se disputan el control del tráfico de fentanilo. Estos cárteles no solo operan dentro de México, sino que sus redes se extienden hasta China, donde se fabrican los precursores químicos necesarios para la producción de esta droga. Sin embargo, la producción y distribución del fentanilo no se limita a México y Asia: Estados Unidos es el principal consumidor de esta sustancia y también juega un papel clave en la fabricación de los ingredientes para su preparación.

Lo más alarmante de este fenómeno es la expansión de las redes de tráfico, que han adoptado nuevas estrategias para atraer a un público cada vez más joven. Plataformas sociales como Snapchat, Instagram y TikTok se han convertido en herramientas clave para los narcotraficantes, que logran captar la atención de adolescentes sin necesidad de mencionar explícitamente las drogas. Los traficantes utilizan códigos y métodos discretos para ofrecer fentanilo a los jóvenes, lo que dificulta la labor de las autoridades para rastrear y detener estos negocios ilegales.
La facilidad de acceso a esta droga, junto con su bajo costo y la falta de conciencia sobre sus peligros, ha llevado a un aumento en las muertes por sobredosis en diversas comunidades. Las autoridades se encuentran luchando contra una red de distribución cada vez más sofisticada, pero la rápida evolución de las tácticas utilizadas por los narcotraficantes hace que esta batalla sea cada vez más difícil.
El fentanilo no solo es una amenaza para los consumidores directos, sino que también está afectando a la seguridad pública a nivel global, llevando a gobiernos y organismos internacionales a redoblar esfuerzos para frenar esta crisis de salud pública.